¡Queden avergonzados y arruinados los que buscan mi vida! ¡Retrocedan cubiertos de vergüenza los que planean el mal contra mí!
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Salmo 35(34).- Súplica de un justo perseguido
Texto Bíblico:
¡Señor, acusa a mis acusadores, combate a los que me combaten! iToma tu escudo y tu armadura, levántate y ven en mi auxilio! iEmpuña la espada y el hacha contra mis perseguidores! Di a mi alma: «iYo soy tu salvación!». ¡Queden avergonzados y arruinados los que buscan mi vida! ¡Retrocedan cubiertos de vergüenza los que planean el mal contra mí! ¡Sean como paja frente al viento, cuando el ángel del Señor los desbarate! ¡Sea su camino oscuro y resbaladizo, cuando el ángel del Señor los persiga! Sin motivo me han tendido su red, y han cavado una fosa para mí. ¡Caiga sobre ellos un desastre imprevisto! ¡Queden atrapados en la red que me tendieron, caigan ellos en la fosa! Mi alma exultará con el Señor, y se alegrará con su salvación. Todo mi ser proclamará: «Señor, ¿quién como tú que libraste al débil del más fuerte, y al pobre e indigente de su explotador?». Se levantaron testigos falsos y me interrogaron de lo que no sé. Me pagaron mal por bien, y me dejaron desamparado. Yo, en cambio, cuando estaban ellos enfermos, me vestía de saco, me humillaba con ayunos y desde dentro repetía mi oración. Como por un amigo o un hermano, iba de un lado para otro cabizbajo y triste, como de luto por mi madre. y cuando tropecé, se alegraron, se juntaron contra mí, y me atacaron por sorpresa. Me laceraban sin cesar, cruelmente se burlaban de mí, rechinando los dientes de odio. Señor, ¿hasta cuándo verás esto? Defiende mi vida delante de los que rugen; defiende mi único bien de estos leones. Te daré gracias en la gran asamblea, te alabaré entre la multitud del pueblo. iQue no se alegren a mi costa mis enemigos traidores! iQue no se hagan guiños los que me odian sin motivo! Pues nunca hablan de paz: contra los pacíficos de la tierra planean sus calumnias. Abren descomunalmente sus fauces contra mí, diciendo con desprecio: «iLo hemos visto con nuestros propios ojos!». iSeñor, tú lo has visto, no te calles! iSeñor, no te quedes lejos de mí! iDespierta, levántate, defiende mi causa Dios mfo! iJúzgame tú según tu justicia, Señor, mi Dios! ¡Que no se alegren a mi costa! Que no piensen: «iQué bien!». Que no digan: «iNos lo hemos zampado!». ¡Queden avergonzados y frustrados los que se alegran de mi desgracia! iQueden cubiertos de vergüenza y confusión los que se engrandecen a mi costa! Que canten y se alegren los que desean que se me haga justicia, y repitan sin cesar: Grande es el Señor! y desea la paz de su siervo». y mi lengua proclamará tu justicia, tu alabanza todo el día.
Reflexiones : Dios, nuestra justicia
El salmista está rodeado de enemigos y perseguidores que atentan continuamente contra su vida. En su desamparo se acoge a Dios y le suplica que sea Él el que combata contra sus adversarios, pues el poder que tienen sus perseguidores es superior al suyo Nuestro hombre tiene vivo el recuerdo del acoso que sufrió Israel cuando se encontró por delante del Mar Rojo y, por detrás, el ejército de Egipto. Israel experimentó el apoyo de Dios. Los egipcios, gritaron: «Huyamos, porque Yavé pelea por Israel» El salmista confía en que Dios le salve y se apoya no en su justicia sino en la de Dios. El profeta Jeremías anuncia la venida del Mesías, a quien le da un nombre que nos sorprende por su profundidad: Se llamará Yavé, nuestra justicia. «Mirad que vienen días en que suscitaré a David un germen justo: reinará un rey prudente, practicará el derecho y la justicia en la tierra... Y este es el nombre con que le llamarán: Yavé, nuestra justicia» Y en la plenitud de los tiempos nace el Mesías a quien sus padres le pondrán el nombre de Jesús, que quiere decir «Dios salva». Jesucristo es salvador no por nuestra justicia sino por la suya. En Él el hombre queda liberado de la carga de la ley, que no produce sino la justicia exterior pero es impotente para cambiar el corazón. A la luz de Jesucristo y a la luz del Nuevo Testamento, la palabra justicia significa en primer lugar «Don de salvación». El Evangelio tiene el poder de provocar en el hombre el hambre y la sed de esta justicia-salvación. Y más aún, la justicia en el Nuevo Testamento se entiende como la fidelidad de Dios a su pacto-alianza. Así Pablo, nos dice: «Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, y ser hallado en Él, no con mi justicia, la que viene de la ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe). Cuando el Hijo de Dios llega al Jordán para ser bautizado por Juan, sabe que está ante el cordero de Dios, es decir, sabe que es el inocente y sin pecado. Jesús le dice: «Conviene que así cumplamos toda justicia» Al sumergirse Jesús en las aguas del Jordán, está anticipando, su inmersión en el drama de la Pasión; su hundimiento en lo profundo del sepulcro. Victorioso el Resucitado, tiene poder para santificar y justificar al hombre cumpliendo así la promesa que Dios nos había hecho por medio de Jeremías: «Yavé, nuestra justicia».. Leamos, este texto de san Gregorio Nacianceno, Padre de la Iglesia: «Jesús, siendo Dios, nació con la naturaleza humana y unió en su persona dos cosas contrarias entre sí; la carne y el espíritu. El espíritu concibió la divinidad, la carne la recibió.