El Señor es mi pastor. Nada me falta. En verdes praderas me hace reposar; me conduce hacia fuentes tranquilas, y restaura mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, por causa de su nombre.
Aunque camine por un valle tenebroso, no temo ningún mal, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas la mesa ante mí, enfrente de mis opresores; me unges la cabeza con ungüento, y mi copa rebosa. Felicidad y misericordia me acompañan todos los días de mi vida.
Mi morada es la casa del Señor, por días sin término.
REFLEXIONES : Jesús, pastor y descanso del alma
El Salmista siente cómo Dios le protege, le cuida, sacia los anhelos de su alma, se siente reposando en Dios y dice: «El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes praderas me hace reposar».
Si vamos al Evangelio, veremos que Jesucristo encarna la figura de Dios como Buen Pastor, en muchos momentos de su vida. Recordemos por ejemplo el momento de «la multiplicación de los panes»: Jesús tomó los cinco panes y los dos peces y se los dio a los discípulos, y los discípulos a la gente, que comieron y se saciaron» (Mt 14,15-19). Esta gente, es imagen de la humanidad y el pan de Dios, en las Escrituras, significa la Palabra, así la humanidad saciada por la Palabra, puede decir como el salmista: «Nada me falta».
El Salmo también dice: «El Señor me conduce hacia fuentes tranquilas». Y Jesucristo nos dice: «Si alguno tiene sed que venga a mí y beberá; del que cree en mí, se puede decir lo que afirma la Escritura: De su seno manarán ríos de agua viva»(Jn 7,37-38). Jesucristo, nuestras aguas de reposo..., Él tiene poder para dar la vida eterna al hombre, Él es el enviado de Dios para confortar nuestra alma y así lo proclama a una humanidad doliente que puede llegar a dominar todo, pero que no tiene capacidad para crear un espacio donde el alma del hombre pueda descansar: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mt 11,28-29).
Jesucristo también nos dirá: «Nadie puede venir a mí si el Padre, que me ha enviado, no lo atrae» (Jn 6,44). El Padre atrae al hombre hacia Jesús, por medio del Evangelio. Así nos lo dice el mismo Jesús: «Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí» (Jn 6,45). Este «aprender la Palabra del Padre», no es un aprender académico ni intelectual; sino que es acoger, guardar, grabar la Palabra hasta que llegue a ser la vida del alma del hombre, hasta que impulse todas sus acciones y decisiones. Y este aprender, como dice el Salmo y como dice Jesús, «conforta el alma».