En realidad la mirada del Hijo de Dios al llamar a los suyos es como un espejo en el que los llamados pueden conocer quiénes y cómo son por una parte, y por otra evitar que se asusten o se escandalicen de sí mismos, ya que Él, que les mira y llama, se responsabilizará dando su vida por ellos a fin de que lleguen a ser sus pastores: “Jesús les dijo: Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres. Al instante, dejando las redes, le siguieron” (Mc 1,17-18).
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