Texto Bíblico 1 Salmo. Para la acción de gracias. ¡Aclamad al Señor, tierra entera! 2 ¡Servid al Señor con alegría, llegaos hasta él con gritos de júbilo! 3 Sabed que sólo el Señor es Dios: Él nos hizo y le pertenecemos, somos su pueblo y ovejas de su rebaño. 4 Entrad por sus puertas dando gracias, en sus atrios con cánticos de alabanza, dadle gracias y bendecid su nombre: 5 «El Señor es bueno: su amor es para siempre, y su fidelidad de generación en generación»
Reflexiones del padre Antonio Pavía: (extractadas de su libro "En el Espíritu de los Salmos" y publicadas con autorización expresa de la Editorial San Pablo)
De Dios somos
Este salmo es una profesión de fe del pueblo de Israel. Podemos imaginarnos a una multitud de fieles haciendo una entrada profesional en el templo proclamando su fe, su adhesión a Yavé entre cánticos de bendición y alabanza: «¡Aclamad al Señor, tierra entera! ¡Servid al Señor con alegría, llegaos hasta él con gritos de júbilo!». Israel se sabe marcado por el sello de Yavé. Sello que testifica que Él lo ha elegido, que es hechura de sus manos. Tiene conciencia de que pertenece y es propiedad de Yavé. De ahí la acción de gracias que brota de los labios de los fieles al pisar los atrios del templo: «Sabed que sólo el Señor es Dios: Él nos hizo y le pertenecemos, somos su pueblo y ovejas de su rebaño. Entrad por sus puertas dando gracias, en sus atrios con cánticos de alabanza, dadle gracias y bendecid su nombre». Esta exultación, estos gritos de bendición y alabanza a Yavé que emergen del alma del pueblo al entrar procesionalmente en el templo, no son fruto de un momento emocional, de un ambiente devocional colectivo. Es la manifestación de la dimensión espiritual de Israel, consciente de que las raíces de su identidad están marcadas por la elección que Dios hizo con él tomándolo como propiedad y posesión suya. Esta profunda y bellísima realidad nos viene expresada de forma magistral en las Santas Escrituras: «Porque tú eres un pueblo consagrado a Yavé tu Dios; él te ha elegido a ti para que seas el pueblo de su propiedad personal entre todos los pueblos que hay sobre la haz de la tierra» (Dt 7,6). Cuando Israel se desvía del camino de elección que le ha sido ofrecido, Yavé le envía profetas para recordarle que es posesión suya y que, si en ese momento histórico están a merced de sus enemigos, es porque le han dejado de lado para servir a otros dioses. Veamos, por ejemplo, este texto del profeta Jeremías que denuncia la infidelidad del pueblo: «Así dice Yavé Sebaot... cuando yo saqué a vuestros padres del país de Egipto, no les hablé ni les mandé nada tocante a holocaustos y sacrificios. Lo que les mandé fue esto otro: Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y seguiréis todo camino que yo os mandare, para que os vaya bien. Mas ellos no escucharon ni prestaron el oído, sino que procedieron en sus consejos según la pertinacia de su mal corazón, y se pusieron de espaldas que no de cara» (Jer 7,22-24). Tengamos presente que estar de espaldas es la actitud del que no escucha. Puesto que Israel se ha puesto de espaldas a Yavé y a su protección, queda a merced de sus enemigos. Así termina el texto del profeta que hemos iniciado antes: «Suspenderé en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén toda voz de gozo y alegría, la voz del novio y la voz de la novia; porque toda la tierra quedará desolada» (Jer 7,34). Sin embargo, como ya sabemos, la última palabra de Dios sobre Israel y sobre todo hombre es la del perdón y la misericordia. Así oímos al profeta Isaías anunciar la promesa del retorno de los israelitas de los países a donde fueron desterrados a causa de vivir a espaldas de Yavé: «Aquel día vareará Yavé desde la corriente del río hasta el torrente de Egipto, y vosotros seréis reunidos de uno en uno, hijos de Israel. Aquel día se tocará un cuerno grande y vendrán los perdidos por tierra de Asur y los dispersos por tierra de Egipto, y adorarán a Yavé en el monte santo de Jerusalén» (Is 27,12-13). Fijémonos bien que el profeta nos dice que este retorno, esta vuelta del pueblo-rebaño de Dios, se llevará a cabo uno a uno; es una experiencia personalísima y que se vive dentro de la comunidad. Experiencia que será llevada a su plenitud a partir del Mesías. A causa de Él es posible la adhesión personal y comunitaria de la fe. La gran comunidad de la Iglesia engloba la innumerable multitud de comunidades extendidas por el mundo. Recordemos que la palabra católica quiere decir universal. Jesucristo, portador y consumador de todas las promesas de Yavé, se nos presenta bajo la figura del Buen Pastor que llama a sus ovejas una a una para constituir el nuevo pueblo-rebaño de Dios: «En verdad en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ese es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera» (Jn 10,1-3). En este mismo texto, el Señor Jesús anuncia la liberadora y gozosa noticia de que este nuevo y definitivo rebaño-pueblo perteneciente a Yavé, traspasará las fronteras del pueblo elegido: «También tengo otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que conducir, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor» (Jn 10,16). Por la muerte y resurrección del Hijo de Dios, todos los hombres estamos llamados a ser propiedad, posesión de Dios porque hemos sido comprados, rescatados para el Padre por medio de la sangre del Señor Jesús. Ha sido la misma sangre de Dios la que ha roto las cadenas en las que nos tenía aprisionados el príncipe del mal.